I
Nosotros, mi familia éramos del campo. Pertenecí
a una numerosa familia de 10 hermanos, siete mujeres y tres varones, éramos gente
extremadamente pobre en nuestra infancia, no es necesario describir la pobreza porque eso haría morbosa esta lectura,
sin embargo no puedo omitir el hecho de que conocimos de las privaciones y de
la absoluta desprotección, es que en verdad se trataba de una terrible pobreza.
Fue una de mis hermanas mayores la que en cierto modo, logró abrir una ventana hacia la dignidad de la vida.
Fue una de mis hermanas mayores la que en cierto modo, logró abrir una ventana hacia la dignidad de la vida.
Por lo tanto, sin darnos cuenta aún, había una
llave para salir de la cruel y desventurada vida de los inquilinos.
Esa llave,
era el estudio.
Y fue precisamente lo que ella desde muy pequeña intuía. Y fue
la primera que logró terminar sus estudios.
Consiguió un trabajo y pudo
solventar en algo la pobreza de mi familia y señalar que había otra vida más
allá de nuestros ojos.
Mi padre era un campesino.
Mi padre era un campesino.
De esa gente que no tiene nada, sólo los brazos y
la resistencia para el sacrificado trabajo del campo.
Los inquilinos, en el
campo, son las personas que viven en los
fundos en una choza que se les facilita para que trabajen para un patrón. Mi
padre era un inquilino, lo más bajo en la escala social.
Se trata de
aquella persona que desgasta sus fuerzas sembrando y cosechando para que otro
obtenga las ganancias.
Lo que un inquilino recibe a cambio es un terreno con
una “rancha”, un pequeño y miserable
lugar donde vivir y recibir de sus propios alimentos.
En mi
infancia mi madre se ganaba la vida lavando ropa.
Eran horas, tardes y días que
pegaba a la artesa, friega que friega con una escobilla de palo, luego planchar
y planchar para recibir unas monedas de miseria y de vergüenza.
Yo muchas veces
tuve que acompañarla para que entregara sus pedidos...éramos muy pobres y
vivimos todas las necesidades que pueda tener una familia numerosa sin
recursos.
Es la vida que teníamos sin conocer aún de envidias ni ambiciones. No
teníamos mucho, casi nada.
Mi vida de
infancia transcurrió entre barriales, animales, alfalfa y frío.
Mi hermana mayor comenzó a trabajar, compró una radio, tal vez algunos muebles y después mucho después un televisor y gracias a ella, a los 11 0 12 años yo tuve una ropa nueva, hasta entonces no sabía lo que era algo nuevo. No lo olvidaré.
Yo estudiaba en un colegio primario, caminábamos varios kilómetros para llegar a un colegio de adobes sin más temor que el que la hora pasara y la campana diera su sonido antes de que llegáramos allí.
Mi hermana mayor comenzó a trabajar, compró una radio, tal vez algunos muebles y después mucho después un televisor y gracias a ella, a los 11 0 12 años yo tuve una ropa nueva, hasta entonces no sabía lo que era algo nuevo. No lo olvidaré.
Yo estudiaba en un colegio primario, caminábamos varios kilómetros para llegar a un colegio de adobes sin más temor que el que la hora pasara y la campana diera su sonido antes de que llegáramos allí.
Era normal
que fuéramos al colegio sin zapatos.